Necesito continuar hablando de este tema en cuestión, pues tengo más que decir en cuanto a los motivos que me llevaron a ver un programa como La Rosa de Guadalupe ese día, un programa que no está pensado para una audiencia como yo, como quizá ni siquiera para mi propio género... Y culminó en la redacción de este artículo.
El caso es que, (como lo expliqué anteriormente en el artículo) durante este último año me he visto forzado a ver más telenovelas, programas de chismes y espectáculos de los que haya visto en toda mi vida… y ahora les explicaré este asunto.
Actualmente mi lugar de trabajo me lleva hasta un pequeño pueblo de Sinaloa, cerca de cual se lleva a cabo el proyecto de la autopista Mazatlán-Durango, en cuya construcción participa la empresa para la que trabajo.
De tal manera que tanto los desayunos, comidas y (a veces) las cenas las recibimos en un pequeño comedor familiar cerca de donde trabajamos.
En este pueblo la señal de televisión local no alcanza a llegar, razón por la cual el contratar el servicio de televisión de paga de Sky es la única opción que la población tiene si es que esperan poder ver algo en televisión.
Pero lo más curioso es el hecho de que contratan este servicio solo para ver la programación nacional. Es decir, de decenas de canales de series, películas, documentales, etc. Las personas de la localidad solo quieren ver los canales nacionales.
De verdad no lo comprendo, desde muy joven, cuando en mi familia contrataron la televisión por cable, fue muy rara la ocasión cuando volví a sintonizar un canal de televisión mexicano.
Las razones varían, como el ver las noticias, de pronto algún programa que me haya llamado la atención, que de plano no hubiera nada bueno en ningún canal, o hasta la actualidad, en que finalmente dejé de tener televisión por cable y donde el tiempo que le dedicaría a la televisión ha sido fácilmente sustituido por libros, Internet y videojuegos.
Mientras tanto, en el comedor del que les platicaba, la televisión se enciende todo el día y todos los días en la misma programación de siempre, que me hace darme cuenta que muy poco ha cambiado desde aquellos días en que solía sintonizarlos.
Hoy en día, los actores y actrices más famosos de todo México podrían desfilar frente a mí y es muy probable que no reconozca a ni uno de ellos.
Sin embargo, allí estoy, dándole una oportunidad a la televisión mexicana, no cerrándome ante mis propios prejuicios sino tratando de encontrar algo de valor en cada uno de los horribles programas que soy obligado a ver en un rato de camaradería y esparcimiento laboral.
A veces le encuentro algo positivo, la mayoría no, y después de mi actual experiencia con la televisión que se hace en nuestro país, me he topado con cada mediocre cuya transmisión debería ser ilegal. Pero por supuesto que lo que motiva la proliferación de este tipo de programas se debe a que “es lo que la gente quiere.”
Hace algunos años, lograron sacar del aire los noticieros sensacionalistas que ambas televisoras transmitían con el fin de superar a la otra (“Ciudad desnuda” y “Fuerra de la Ley”). Y creo que el punto en ese momento fue que alguien entendió la gran diferencia entre lo que el público quiere y lo que es bueno para ellos.
Ver televisión, escuchar música, jugar videojuegos, navegar por Internet, leer libros… Podemos discutir cual de estos pasatiempos es mejor que otro, pero la verdad es que no hay diferencia, todos ellos pueden ser de gran provecho para la formación y el desarrollo de una persona, la gran diferencia radica en el contenido de cada uno de ellos.
Pero esto me lleva al principio, ¿Por qué teniendo como 30 canales a su disposición, solo sintonizan los canales nacionales? La razón más tangible sería que la televisión mexicana resulta más “familiar” ante una población más tradicional como la del lugar del que les comento. De tal manera que el programa de chismes que habla de las intimidades de los artistas nacionales les resulta más atractivo que la película cuya trama se sitúa en un país que no tienen el interés de visitar, o el documental acerca de lugares, historias o especies animales que quizá nunca conocerán.
Creo que hay dos estigmas a vencer aquí.
Uno, es que la población joven detesta la idea de aprender algo nuevo, pues el aprender viene de la mano de la palabra escuela: el lugar aburrido al que eres obligado a ir, del cual sueñas con salir tan pronto como entras.
Y dos, es que la población adulta cree que ya está muy tarde para aprender cosas nuevas, pues el aprender fue algo que hicieron hace mucho tiempo y los conocimientos que hoy tienen son todo lo que necesitan para llevar a cabo sus tareas diarias.
Todo aquello en lo que aprovechamos (o desperdiciamos) nuestro tiempo sirve para nuestra propia formación. Desde leer hasta ver televisión, desde enterarte de las últimas noticias hasta ponerte en contacto con tus amigos vía Internet. Todo es con el propósito de satisfacer nuestro conocimiento de cuanto ha pasado, está sucediendo o posiblemente sucederá en el futuro.
En fin, el punto que si la televisión llena un vacío o un momento en la vida de algunas personas en el que no tienen nada mejor que hacer, está bien… Pero si van a llenar ese vacío con algo vacío, sería mejor si se sentaran a admirar el techo, por lo menos no desperdiciarían energía eléctrica en el proceso.
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